domingo, 1 de noviembre de 2009

Si alguien dice: «¡Yo con más dinero sería feliz¡», de­bería consultar a los que tienen más dinero para saber que ellos no han logrado la felicidad. Se podría revisar una larga lista de actividades y al final de la cadena, hallaríamos siempre el sufrimiento.

Ciertamente, muchos confunden un breve instante de felicidad, con un estado de felicidad creciente, a medida que pasa el tiempo. Por ejemplo, un poeta podría decir: «Me basta con mirar una flor, para ser feliz». Es claro que será feliz.. por un corto instante. Eso mismo vale para cualquier acti­vidad placentera. El placer del instante, muere en el ins­tante. En cambio, el estado de felicidad por pequeño que sea si se continúa en el tiempo, va creciendo. Eso es posi­ble si tal estado está orientado por un sentido de la vida, no por un acto que muere inmediatamente.

No decimos que el placer sea perjudicial, sino que es corto. Decimos que está bien en su momento, pero que no puede dar fundamento a la vida. Uno debe saber si su vida se hace más plena o más vacía a medida que pasa el tiempo. Entonces, compren­derá si su felicidad crece o disminuye. ¿Pero, cómo saber eso? Hay que aprender a comparar momentos de un modo justo. Si mis buenos momentos actuales son inferiores a los de otra época, algo anda mal. Si son mejores, estoy bien orientado.

También hay que saber comparar los aspectos nega­tivos. Si mis malos momentos actuales son peores que los malos momentos de otra época, entonces algo falla. Si estos malos momentos, de todas maneras, no me afectan como en otras épocas es que estoy avanzando, estoy creciendo internamente.

A medida que un nuevo sentido orienta a la propia vida, la comparación con momentos anteriores positivos y negativos, deja un saldo favorable.

Haga lo que haga, si al comparar el saldo no es fa­vorable, está claro que estoy viviendo falsas soluciones que me llevarán tarde o temprano al sin-sentido.